No deja cartas.
Cuando Luis Palomares se levantó esa mañana no pensó en el
frío que se colaba por debajo de las sábanas, había perdido una de sus medias
durante la noche y aunque solía alterarse por este motivo, esta vez, pareció
que no le importaba . Hundió sobre la alfombra su medio par de pie descalzo
primero y luego hizo lo mismo con el otro pie, a paso tambaleado pero seguro se
dirigió al baño y allí intento en vano colmar de agua sus manos. A pesar de no
haberlo conseguido, llevo sus manos hacia su rostro y, al menos ,lo mojo un
poco. Lavarse con agua la cara lo era
todo para Luis, lo hacía cada día de su vida y quizá aquel minúsculo detalle
matutino era su amuleto de la suerte. El agua y su efecto purificador lo hacían
sentir renovado, listo para empezar de cero cada día, pero aquella mañana eso
no había funcionado, Luis se miró al espejo y noto que los rastros de agua no
habían logrado reanimarlo.
Esta vez, el amuleto, no había dado resultado, sus ojos
estaban igual de hinchados que la noche anterior. Ni sus obligaciones, ni la excesiva carga
horaria de aquel martes, ni tampoco el frío que había pasado durante la noche. Luis
ni siquiera había reaccionado al notar que una de sus medias había decidido
esconderse por entre las sábanas y es que Luis Palomares no podía dejar de pensar
en Elsa , nadie en su lugar lo hubiera conseguido. La dimensión del amor que
uno tiene para ofrecerle a la persona que ama y el sentimiento en si, no se
hacen carne de mejor forma más que cuando aquella persona se va. Resulta
ilógico, pero el mundo se trata de eso. Uno entiende cuanto ama cuando lo que
se ama se va hacia aquel lugar al que llaman “para siempre” . Y no, no hablo
del cielo, “ Se fue para siempre “ , “ no vuelve más “ o “ es definitivo” o
cualquier frase que sirva para verbalizar aquel momento desgarrador en que uno
siente que lo estafaron de por vida.
Así se sentía aquella mañana Luis Palomares , por eso,
cuando se levantó no pensó en el frío que se colaba por debajo de las sábanas,
ni en la media que había perdido durante la noche, ni en el agua que no le
quitaba la tristeza , tampoco en sus horarios ni en su rutina de los martes. Nada le servía a Luis si nada de eso
significaba que Elsa volviera. Y Elsa, Elsa no iba a volver. Tenía todavía los
ojos hinchados, se había dormido atragantado por mocos y lágrimas saladas que
le corrían como un tetris por las mejillas. Durante la noche se despertó en cinco
oportunidades ,el sueño lo zamarreaba y lo enredaba entre las sábanas, la
oscuridad del cuarto lo abrumaba y en aquella noche el reloj digital marcaba en
verde lo poco que le quedaba de sueño. No se lo iba a perdonar nunca, la había
dejado ir y quizá eso fuera lo más trágico de la situación. Elsa no se iba
porque quería, había dejado una carta al lado del microondas. Cuando uno quiere
irse enserio no deja cartas.
Kira.