viernes, 13 de septiembre de 2013


No deja cartas. 

Cuando Luis Palomares se levantó esa mañana no pensó en el frío que se colaba por debajo de las sábanas, había perdido una de sus medias durante la noche y aunque solía alterarse por este motivo, esta vez, pareció que no le importaba . Hundió sobre la alfombra su medio par de pie descalzo primero y luego hizo lo mismo con el otro pie, a paso tambaleado pero seguro se dirigió al baño y allí intento en vano colmar de agua sus manos. A pesar de no haberlo conseguido, llevo sus manos hacia su rostro y, al menos ,lo mojo un poco.  Lavarse con agua la cara lo era todo para Luis, lo hacía cada día de su vida y quizá aquel minúsculo detalle matutino era su amuleto de la suerte. El agua y su efecto purificador lo hacían sentir renovado, listo para empezar de cero cada día, pero aquella mañana eso no había funcionado, Luis se miró al espejo y noto que los rastros de agua no habían logrado reanimarlo.

Esta vez, el amuleto, no había dado resultado, sus ojos estaban igual de hinchados que la noche anterior.  Ni sus obligaciones, ni la excesiva carga horaria de aquel martes, ni tampoco el frío que había pasado durante la noche. Luis ni siquiera había reaccionado al notar que una de sus medias había decidido esconderse por entre las sábanas y es que Luis Palomares no podía dejar de pensar en Elsa , nadie en su lugar lo hubiera conseguido. La dimensión del amor que uno tiene para ofrecerle a la persona que ama y el sentimiento en si, no se hacen carne de mejor forma más que cuando aquella persona se va. Resulta ilógico, pero el mundo se trata de eso. Uno entiende cuanto ama cuando lo que se ama se va hacia aquel lugar al que llaman “para siempre” . Y no, no hablo del cielo, “ Se fue para siempre “ , “ no vuelve más “ o “ es definitivo” o cualquier frase que sirva para verbalizar aquel momento desgarrador en que uno siente que lo estafaron de por vida.


Así se sentía aquella mañana Luis Palomares , por eso, cuando se levantó no pensó en el frío que se colaba por debajo de las sábanas, ni en la media que había perdido durante la noche, ni en el agua que no le quitaba la tristeza , tampoco en sus horarios ni en su rutina de los martes.  Nada le servía a Luis si nada de eso significaba que Elsa volviera. Y Elsa, Elsa no iba a volver. Tenía todavía los ojos hinchados, se había dormido atragantado por mocos y lágrimas saladas que le corrían como un tetris por las mejillas. Durante la noche se despertó en cinco oportunidades ,el sueño lo zamarreaba y lo enredaba entre las sábanas, la oscuridad del cuarto lo abrumaba y en aquella noche el reloj digital marcaba en verde lo poco que le quedaba de sueño. No se lo iba a perdonar nunca, la había dejado ir y quizá eso fuera lo más trágico de la situación. Elsa no se iba porque quería, había dejado una carta al lado del microondas. Cuando uno quiere irse enserio no deja cartas. 


Kira.

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